Una amiga que contaba cuentos ahora los escribe !!!

Cuento de Marta

Don Miguel, el maestro, llegó al pueblo cuando terminaba el otoño del año 1931.
La escuela había estado cerrada mucho tiempo. Se necesitaba tener, al menos el bachillerato completo para dar clases y en aquella época la mayor parte de la gente apenas si sabía leer y escribir.
Era alto y robusto, de cabello canoso. Usaba siempre ese traje negro con rayas blancas finitas, el chaleco cerrado y el saco siempre abierto. Nunca salía a la calle sin sombrero. Vivía sólo, en la casa de al lado de la escuela, a la que iban pocos chicos ya que los padres preferían llevarlos con ellos a trabajar al campo.
Aquella noche de diciembre cuando entró al comedor de José Ona todos se dieron vuelta para mirarlo, se sentó en la mesa del centro, la mejor iluminada por el quinqué que colgaba del techo, se sacó el sombrero, pidió un vaso de agua, quisieron convidarle una copa de vino, pero se negó. Habló en un dialecto del euskera, la lengua del lugar; eso hizo que la gente lo mirara con simpatía y escuchara su pedido. Quería que lo ayudaran a convencer a los padres para que llevaran a sus hijos a la escuela.
La campaña tuvo éxito, llegaban chicos hasta de pueblos vecinos cuando se enteraron que no se tenía en cuenta su situación económica y que antes que enseñarles a leer y escribir el maestro se ocupaba de vestirlos, darles de comer y a algunos hasta de sacarles los piojos de la cabeza.
A partir de aquellas vísperas de las fiestas de fin de año en que entró por primera vez al comedor, el maestro se acostumbró a ir casi todas las noches a jugar a las cartas. Le gustaba jugar al Mus. El médico joven hacía pareja con el empleado de la fundición y él con el cabo de la Guardia Civil, quien lo miraba siempre muy fijo a los ojos. Pachi, el cartero, quien sentaba al lado, se preguntaba si eso lo hacía para pasarle a Don Miguel alguna seña que les permitiera ganar o para poder descubrir algún secreto de la vida del maestro antes de llegar al pueblo, de lo que muy poco se sabía.
A lo largo de los seis años que estuvo abierta la escuela, Don Miguel se hizo querer. Algunos padres le llevaban fruta, huevos y hasta algún cochinillo recién horneado, pero otros le recriminaban porque no iba nunca a misa los domingos. Ni siquiera se persignaba al pasar frente a la iglesia.
Con todo lo que hizo por los chicos… Algunos dicen que fue por los libros que les hacía leer. Otros aseguran que fue el cura que lo puso en la lista negra y hay quienes afirman que fue el marido de Benita, porque ella se quedaba más tiempo de lo necesario cuando iba a limpiar la escuela.
Quizás eso nunca se sepa, pero el hecho es que aquella noche de mayo de 1937, al maestro lo subieron a un camión. Fue para esa fecha, todos se acuerdan, porque unos días antes habían bombardeado el pueblo vecino. Pobre Don Miguel, apenas tuvo tiempo de ponerse los pantalones, ni los tiradores le dejaron poner al maestro.
Esa misma noche se escucharon disparos que venían desde el monte. Nadie cree que vaya a volver.
A la escuela le cruzaron dos maderas en la puerta. Se extrañan las voces de los chicos que cada tanto el maestro llevaba a la plaza para juntar bichitos en unos frascos. Se extrañan los campeonatos de pelota que organizaba en el frontón del patio de la escuela.
Don José insiste que la culpa fue del Trasgo porque no quiere creerles a los que aseguran que fue por esos papeles que el maestro imprimía. Esos papeles que para llevárselos a su papá, sacó del armario de la escuela uno de sus alumnos, el hijo del cabo de la Guardia Civil.

Marta:
ME ENCANTÓ !!! Me provocó recuerdos de una época no muy lejana que espero nunca más vuelva a repetirse.
besos

EXCELENTE !!!!