Este es uno de los tantos cuentos de hadas que nos leyeron (o regalaron) de chicas, mientras nosotras desde nuestra inicial capacidad de comprensión, escuchábamos y nos imaginábamos un mundo lleno de padres comprensivos, brujas que solo vivían para perseguirnos con sus maldades y príncipes en su caballo blanco llegando a nuestro rescate y así vivir juntos, felices por siempre jamás. Y así por supuesto, la mayoría, salió al mundo en busca de la llegada del “Bendito” Príncipe a rescatarnos de las garras, hechizos y todo tipo de artimañas de esa Bruja que no nos deja ser plenamente felices por siempre jamás.
Les tengo que contar un secreto chiks (Advertencia: si no saben que Papá Noel y los Reyes Magos no existen y son nuestros Padres, no lean lo que sigue a continuación ¡Peligro!): los Padres ricos, comprensivos y dispuestos a dejarnos ir, en busca de nuestras propias vidas, con total naturalidad ¡NO EXISTEN!; esa Bruja que nos persigue constantemente día y noche ¡SI EXISTE!, ella es quien representa al mundo en general (con todas sus Bestias reales) y todas las piedras que debemos sortear en nuestro camino; y el “Bendito” Príncipe azul con su caballo blanco corriendo senderos obscuros para llegar con bien a nuestro rescate, perdón por lo que sigue: ¡TAMPOCO EXISTE! (y sí, lo estoy gritando chiks). Debo decir que nuestros primeros años de vida fueron teñidos en algunos aspectos, por supuesto no a propósito, de una ilusión (mentirilla) que nosotras hicimos creencia y así salimos al día a día, en busca de que otro (el Príncipe) llegue y nos salve de todos nuestros males en la vida (la Bruja). Citando el libro que hoy terminé de leer “Las mujeres que aman demasiado”, tomando como referencia el cuento de hadas la Bella y la Bestia (uno de los tantos que todas conocemos), en su primera lectura (la nuestra de la niñez) se leería: una mujer puede cambiar a un hombre si lo ama lo suficiente; pero, como siempre existe el pero y ¡por suerte! en este caso, ahí les dejo la segunda lectura, la real y la profunda como conclusión a estas realidades que nos golean día a día y nos hacen sentir desubicadas con nuestras primeras y muy arraigadas creencias: “ella (la Bella) lo veía con realismo, o aceptaba tal como era y lo apreciaba por sus buenas cualidades. No trataba de convertir a un monstruo en un príncipe, no decía seré feliz cuando él ya no sea un animal, no le tenía lástima por lo que era ni trataba de cambiarlo y allí radica la lección: debido a su actitud de aceptación, la Bestia fue liberada para convertirse en su verdadero yo. El hecho de que su verdadero yo resultara un apuesto príncipe (y una pareja perfecta para la Bella) demuestra simbólicamente que ella fue recompensada con creces por practicar la aceptación. Su recompensa fue una existencia rica y plena, representada por su vida feliz por siempre jamás con el príncipe. La verdadera aceptación de un individuo tal como es, sin tratar de cambiarlo mediante el aliento, la manipulación o la coacción, es una forma muy elevada de amor y, para la mayoría de nosotros, resulta muy difícil de practicar. En el fondo de todos nuestros esfuerzos para cambiar a alguien hay un motivo básicamente egoísta, una creencia de que a través de ese cambio seremos felices. No hay nada malo en desear ser felices, pero colocar la fuente de esa felicidad fuera de nosotros mismos, en las manos de otra persona, significa que evitamos nuestra capacidad y nuestra responsabilidad de modificar nuestra propia vida para bien.”
P.D.: Y Colorín Colorado, este cuento (gracias a DIOS) se terminó.. Bsots, Let..